miércoles, 30 de diciembre de 2015

Estampas en sepia V- El Tenor



Estampas en sepia

Diego Salcedo Salcedo
"Zumbambico"

Para el concurso " Recuerdos de mi Pueblo"
de la Junta Regional de Cultura
del Valle del Cauca

Buga 1985

                                                       

                                                            

                                                             El Tenor




Ernesto Salcedo Ospina ( sentado sobre el piano)

El personaje legendario era el Tenor Salcedo, gloria de Buga si las hubo. Me parece oírlo como una noche en la sala de mi casa cantando a dúo con don Saulo Patiño mientras mi abuela los acompañaba al piano.

Travieso, juguetón, bohemio, el pueblo lo adoraba y guarda su memoria con veneración. Alternaba con todos en cantinas o en veladas elegantes sin perder el ascendiente que sobre los demás le daban su arte, su inteligencia, su señorío y su buen humor.

Una tarde, en la puerta de la alcaldía y siendo personero municipal, hizo corrillo con mi papá y don Jasón Guzmán y pude mirarlo en detalle, boquiabierto. De corta estatura, entrecano ya, usaba melena frondosa y levantaba con gracia el perfil aguileño para hacer un comentario divertido.

Cuando nos despedimos, mi papá me dijo:

- Ese señor que estaba con nosotros es el Tenor Salcedo.


Ernesto Salcedo Ospina. Fotos Archivo  Biblioteca Departamental
De Ernesto se dijeron muchas cosas, entre ciertas y falsas, que fueron conformando la leyenda: que si cantó en la Scala de Milán, que si en el Metropolitan Opera House, que si cantó con Caruso, que si dio desde un palco el Do de pecho en una noche de ópera cuando al tenor que estaba actuando le falló la garganta, que si le ofrecieron contrato para una gira mundial y no quiso irse, que si era capaz de romper copas con la vibración de sus notas más altas, que si interpretaba arias de soprano, vestido de mujer, para ponerle picante a las presentaciones y hacer alarde de su registro amplísimo, que si grabó discos con la Víctor en Nueva York, que si desechó la fama y el dinero por el gusto de vivir en Buga.

Un domingo, a la hora de la misa de once, pusieron la Orquesta Colombia en el  Bar Central para animar a los parroquianos, y el Tenor, entusiasmado con la maestría de Barbosa, de Ignacio, de Arnulfo Cobo, se tomó unos aguardientes y cantó Esfinges y Cauca a todo pulmón. Retumbaba la voz aquella por todos los recovecos de la iglesia de Santo Domingo, y nadie pudo oír misa esa mañana.



Pero el mejor retrato de Ernesto lo hizo él mismo y lo publicó en la prensa a manera de aviso:

" Ernesto Salcedo Ospina, exdirector de Obras Públicas, expersonero, extenor y expolítico, avisa al público que está a sus órdenes para todos los trabajos relacionados con construcción y montaje de ruedas hidráulicas". 






martes, 22 de diciembre de 2015

Estampas en sepia IV - Día de Reyes

Estampas en sepia


Diego Salcedo Salcedo
"Zumbambico"

Para el concurso " Recuerdos de mi Pueblo"
de la Junta Regional de Cultura
del Valle del Cauca

Buga 1985



                                             Día de Reyes



Chila nos llevaba los domingos a los bautizos en la parroquia, en diciembre a ver pesebres y en enero a la fiesta de Reyes en La Merced.

De los bautizos poco recuerdo, aparte de la cara de circunstancias de Tomás Quintero, el sacristán, meticuloso y exigente para que todo saliera según la rutina de la liturgia.

De los pesebres me quedaron sueños frustrados al encontrar que el militar de trapo que ponían en la esquina de la casa de cartón era dos veces más alto que la dichosa casa, y que los patos de celuloide de los estanques eran bastante más grandes que las vacas que pastaban a la orilla. Eran mejores los pesebres que me hacían mi papá, mi mamá y mis tíos en las gradas de la ventana porque no los llenaban con esos disparates.


Foto. Archivo fotográfico del Valle del Cauca

La fiesta de Reyes en La Merced si era un programa sensacional. En un mangón grande, de los que abundaban en el barrio en ese tiempo, levantaban un escenario de guaduas y esterilla y un dosel alto con guirnaldas de papelillo y flores artificiales guardadas para eso desde la última rogativa del Milagroso. Allí desarrollaban el auto sacramental con personajes que la víspera habían recorrido a caballo las calles del centro encarnando a Gaspar, a Melchor, a Baltasar y al malo de Herodes.

Herodes declamaba:_ Ya vienen los embajadores, ¡ con qué embajara vendrán, sabiendo que soy Herodes, único rey de Jurá!

En el momento de mayor dramatismo imprecaba el Rey Negro:
_ Herores, Herores, te´oriro, te´escucharo, ¿ habís cambiaro di´opinión?

" Herores" se levantaba de su trono, echaba otra parrafada por el estilo, se quitaba la corona de azúcar que había ostentado en la cabeza durante toda la representación y la arrojaba al público, que la rompía en pedazos para comérsela.

Sonaban los cohetes, se prendían los sacaniguas y aparecía Chiribico tocado de plumas, el cuerpo embadurnado de colores, como brujo africano, y blandiendo un zurriago de verraquillo para repartir latigazos a la pandilla de muchachos que lo acosaban gritándole como endemoniados:

_ ¡Chiribico matapuercos, Chiribico robagallinas!

Así recorrían el barrio y llegaban hasta el Templo alterando la paz y el orden público.

Era una fiesta de verdad aquello.



jueves, 17 de diciembre de 2015

La capilla de San Francisco de Buga

La Capilla de San Francisco de Buga

Restauración Diego Salcedo Salcedo- Rodolfo Vallín.



La portada lateral de la capilla de Jesús Nazareno ( como se llamaba en sus comienzos la hoy conocida como Capilla de San Francisco) está fechada en 1746. Dicha capilla pertenecía al colegio que la Compañía de Jesús había fundado en Buga. Los jesuítas fueron expulsados en 1767 y la capilla y el colegio quedaron abandonados durante muchos años. En 1807 fue reparada y adjudicada a la Orden Tercera, tomando entonces el nombre de Capilla de San Francisco. Los terciarios construyeron la torre que, al comienzo del siglo XX,  fue techada con la cúpula actual. Con la creación de la Diócesis de Buga (1966) y la llegada de su primer Obispo, Monseñor Julián Mendoza Guerrero ( 1967), la Capilla pasó a ser administrada por la Diócesis y el Obispo encargó a Diego Salcedo Salcedo la restauración de San Francisco para ser utilizada como Capilla de la Curia Episcopal. Las obras se iniciaron en 1968 y se terminaron en 1971. Los muros del segundo piso conservaban la decoración mural, cuya restauración fue realizada por el Taller del maestro Rodolfo Vallín.


Arriba. Fachada sobre la carrera 14. Abajo. Fachada sobre la calle 5.
Fotos Buga por siempre y Josefina Salcedo


Portada lateral y una de las ventanas de la fachada de la calle 5. Fotos Josefina Salcedo
Cúpula actual. Fotos Lucía Roldán M.



Interior de la Capilla, desde el coro.

Corredor interior que da a la casa y murales. Fotos Juana Salcedo M.


Desde el corredor interior. Murales y ventana que da a la Capilla.
Fotos Juana Salcedo M.

Izq. Torre y baranda del corredor interior. Der. La escalera del campanario. Fotos archivo Diego Salcedo

Desde el interior de una de las ventanas de la torre. Foto Buga por Siempre.





viernes, 11 de diciembre de 2015

Estampas en sepia III- ¡Hay Bando!


Estampas en sepia

Diego Salcedo Salcedo
"Zumbambico"

Para el concurso " Recuerdos de mi Pueblo"
de la Junta Regional de Cultura
del Valle del Cauca

Buga 1985




¡Hay Bando!


Al empezar diciembre la banda Pelleja acompañaba a Josecruz Riomalo a pedir para la novena. Josecruz andaba con una hucha, sobre la hucha un Niño Dios antiguo, y gritaba desde los portones:

_ ¡ Plata p´al Niño Dios!

Los bugueños caricaturizaban la escena contestando desde el interior de las casas:

_ ¡ Pren, pren pregón, plata p´al Padre Aragón.!

La Pelleja estaba formada por tres o cuatro viejitos que ya habían parado de envejecer porque pasaban los años y seguían idénticos, con las mismas arrugas, los mismos instrumentos, la misma indumentaria de dril, la misma falta de acoplamiento musical y las mismas piezas de siempre, pero eran populares y la gente salía a oírlos y a reírse un rato.

No he podido precisar si era la tambora de La Pelleja o algún policía quien acompañaba al agente que leía el bando. Lo cierto es que el bando era con redoble y todos salíamos a la esquina de las Santacolomas para enterarnos de la situación, pero lo único que lográbamos saber era que se debían pintar las casas porque ya venía la Semana Santa, o izar bandera el próximo veinte de julio so pena de multa convertible en arresto.

Se veía linda la ciudad embanderada y todos emulaban en tener el mejor pabellón y el asta más elegante. La bandera de don Chepe Azcárate tenía escudo bordado y lucía muy bien en el balcón de la esquina, pero mi papá rezongaba cada vez que la veía porque el escudo no es para usarse en esos casos.



La alcaldía se la turnaban don Chepe Plaza, Romuscal y don Carlos Concha, y sabíamos que habían cambiado entre ellos porque el que estaba reestrenando el puesto recorría la población después del respectivo bando recordando a los vecinos la orden de blanquear o regañando a quien olvidaba izar bandera

Pero l´autoridá, lo que se llama propiamente l´autoridá, la encarnaba Miguel Angel, el eterno policía municipal.

Miguel Angel ya estaba más que maduro, era alto, desgarbado, de bigote ralo, y, aunque no tenía cara de bravo, nos aterrorizaba.

Lo veíamos venir desde la plaza con su uniforme caqui desteñido de pantalones anchos y guerrera raída y corta de mangas, de hombros y de faldas, ceñido por un cinturón universal con hebillas de cobre, armado de bolillo y revólver y tocado con una gorra informe puesta a la pedrada.

Mejor dicho, una pantomima de lo marcial que no resistía comparación con los oficiales del Palacé, siempre listos para que cualquier superior les pasara revista, y sin embargo nos asustaba el carcelazo que nos podía meter Miguel Angel, como lo hacía con los muchachos que cogía caucheriando en el parque o subidos al quenepo robando la cosecha, o al bay-rum por quitarle las hojas para hacer perfumes.

Por eso nos escondíamos de él en los zaguanes, detrás del portón, y siempre nos asomábamos antes de tiempo, cuando pasaba el policía muerto de risa por el susto que nos daba.



lunes, 7 de diciembre de 2015

Restauración Ingenio San Carlos- Tuluá

Restauración del Ingenio San Carlos

Tuluá, Valle del Cauca

Diego Salcedo, proyecto de restauración


"El actual Ingenio San Carlos fue fundado por don Jesús Sarmiento a fines del Siglo XIX como trapiche azucarero y panelero y como fábrica autorizada de aguardiente. Al crecer y modernizarse la empresa, las edificaciones levantadas por el fundador se convirtieron en campamento de personal subalterno y bodegas de empaque, pero el deterioro no fue tanto como para impedir que el ojo del restaurador apreciara su magnitud, importancia y singular valor arquitectónico.


Vista del conjunto de Ingenio San Carlos: en el centro, el trapiche;
a la izquierda, las chimeneas del trapiche; y, a la derecha, la bagacera.

Así, el encargo inicial de diseñar una capilla de nueva planta para el Ingenio, se orientó hacia la restauración de un ala de las antiguas instalaciones industriales para ubicarla allí.


Poco después, adelantada ya esa primera etapa, el ingenio decidió restaurar la totalidad del conjunto, que cubre más de 5.000 metros cuadrados de construcción fabril, la casa de la hacienda contemporánea con los otros edificios, y el acueducto, de cerca de un kilómetro de longitud. El acueducto remata en el presbiterio de la capilla y acciona la rueda hidráulica que generó la energía necesaria para los trapiches.



El acueducto sobre arcos de ladrillo, de más de un kilómetro de longitud



Además de la capilla, el área restaurada alberga la casa del capellán, despachos administrativos, cooperativa y una central de transportes instalada en la bagacera.



Izq. Vista parcial del acueducto y una de las chimeneas del trapiche.
Der. El gran salón destinado a los fondos del trapiche adecuado como capilla,
 aprovechando los arcos como centro focal para el presbiterio.





La restauración se cumplió en 1968 y salvó el más completo y conservado ejemplo de la arquitectura industrial del Siglo XIX en el Valle del Cauca"


Detalle del presbiterio. En la adecuación se respetó íntegramente la arquitectura
del trapiche, complementándola solo con los elementos necesarios para darle
carácter ( altar, cruz, textos bíblicos).
 El altar y el ambón se diseñaron sobre piezas del trapiche.



( Textos Diego Salcedo Salcedo para la Revista ESCALA 141)

jueves, 3 de diciembre de 2015

"Recuerdos de mi pueblo" Estampas en sepia II- Los primeros amigos


Estampas en sepia

Diego Salcedo Salcedo
"Zumbambico"

Para el concurso " Recuerdos de mi Pueblo"
de la Junta Regional de Cultura
del Valle del Cauca

Buga 1985




Los primeros amigos



A la casa de enfrente se pasaron unos bogotanos recién llegados y muy bien educados por lo visto. Les dicen "chinos de la calle" a los muchachos, toman "onces" en lugar de entredía y se refieren a sus padres como " papá" y " mamá" en vez de decir " mi papá" y " mi mamá"como decimos nosotros. Lo más raro es que no tienen que ir al colegio sino que les dicta las clases en la casa una señorita que los lleva a paseo al llano de San Juanito cuando se manejan bien.

Además, el Niño Dios les ha traído unos juguetes que por acá no se ven: submarinos alemanes que se sumergen, carros de cuerda, cosas así, y me hacen fieros con otras maravillas que dizque tienen " en el baúl de mamá", como aviones que vuelan de verdad, por control remoto y no amarrados de una cuerda como el de balso que me trajo mi tía de Bogotá cuando estuvo y que es igualito a los monoplanos de Scadta.

A "papá y mamá" los invitaron a un matrimonio de etiqueta y estoy esperando verlos desde mi observatorio porque el acontecimiento promete. Al rato salen de gran gala: él con sacoleva, sombrero de copa y guantes en la mano izquierda; ella de negro, bordada de lentejuelas, sombrero con tules, los guantes puestos, cartera de fantasía y zapatos de tacón puntilla.

Es la elegancia que pasa y yo me quedo pensando que todo aquello hace contraste divertido con el andén de ladrillos desportillados, con los brotes de argentina y colchón de pobre que pululan entre el empedrado de la calle y con los montones de cagajón fresco que dejaron los caballos de don Ramón "Arenas" cuando pasaron hace un rato chorreando agua por los cajones llenos de material del río con que los cargan.


Por la tarde me llevaron, en un platico de cartón prensado, un trozo de ponqué de novia envuelto en servilletas de papel.