viernes, 22 de enero de 2016

Estampas en sepia VIII- La Guerra

Estampas en sepia

Diego Salcedo Salcedo
"Zumbambico"

Para el concurso " Recuerdos de mi Pueblo"
de la Junta Regional de Cultura
del Valle del Cauca

Buga 1985



La Guerra

La Opinión pública estaba dividida entre germanófilos y aliadófilos. Los alemanes ocuparon el corredor de Dantzig, invadieron los Países Bajos, atacaron a Francia, armaron la debacle. Yo tenía una "Lugger" de baquelita que me trajo el Niño Dios, reventaba totes que venían pegados en unos rollitos de papel y era idéntica a la que salía en la propaganda que publicaba Billiken.

Con ella al cinto y vestido de camisa-negra fascista, me llevaron a una fiesta infantil de disfraces que hicieron en el Club Guadalajara cuando funcionaba donde después estuvo el Gambrinus y ahora la Fuente de Soda Dalmacia. En la misma facha me colé en la sala de misiá Lucía para conocer a Laureano Gómez, que había llegado en gira, y el viejo se rió mucho al verme.

Antiguo Club Guadalajara de Buga

En el Café Canaima, recién construído, se reunían los germanófilos a discutir la batalla de Dunkerke y las demás de la guerra dibujando con agua sobre la mesa el mapa de Europa. Cuando la suerte empezó a cambiar, ellos se disculpaban hablando de "retiradas estratégicas" y cuando los aliados llegaron a Berlín dijeron que Hitler los estaba dejando llegar para poder aniquilarlos más fácil con el "arma secreta".

Los germanófilos se convirtieron en "nazis criollos" al terminar el conflicto y el día de la victoria se desató una cacería de brujas contra ellos que en ocasiones los obligó a defenderse a las trompadas.

Nosotros jugábamos en la pila que tenían los bogotanos en el patio de atrás y habíamos armado toda una flota de destroyers, acorazados, porta-aviones y guardacostas de madera con lastres de plomo en la quilla para que no los voltearan los embates del submarino alemán que se sumergía de verdad.

Iglesia de Santo Domingo.

Los domingos íbamos todos a misa de once en Santo Domingo, nos sentábamos siempre en la base del púlpito y a la salida formábamos siempre frente a "papá", que nos regalaba cinco centavos a cada uno para comprar soldaditos de plomo en la Cacharrería El Progreso, al otro lado de la calle. Con los soldaditos organizábamos las batallas campales y los que salían averiados los usábamos para fundir los lastres de la flota y los gatillos de las pistolas de fisto.






1 comentario:

  1. Profesora, muchas gracias de nuevo por hacer memoria de aquella Buga que no conocí.

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