Estampas en sepia
Diego Salcedo Salcedo
"Zumbambico"
Para el concurso " Recuerdos de mi Pueblo"
de la Junta Regional de Cultura
del Valle del Cauca
Buga 1985
Ecología urbana (1)
Don Pacho Martínez tenía una yegua y todas las mañanas salía al campo de espuelas y zamarros y sombrero de pieza. Por la tarde, al volver, le buscaba pastaje en las casas vecinas que todavía tenían los patios de adelante con jardines en tierra o solares con ciruelos y chirimoyos y biyuyos.
Don Pacho garantizaba que la yegua era muy bien educada, eso sí, y nosotros la vigilábamos desde el corredor para que no se fuera a comer las matas, pero después del empacho de argentina levantaba la cola y abonaba las eras de geranios como si tal cosa.
Mi abuela le daba las quejas a don Pacho y le decía que así si no le volviera a llevar ese animal, pero siempre volvía porque era más barata que contratar a Papunga para desyervar, y el palo no estaba pa´cucharas.

Cra. 14. Frente al Parque Cabal.
A veces por las tardes se oía tropel de bestias, mugían las vacas y se encaramaban unas encima de las otras, restallaban perreros y una polvareda subía desde el río camino de la plaza y más allá, hacia el ejido. Era prudente cerrar los portones y asomarse a las ventanas a ver pasar la partida sin peligro. Se apretujaban las reses encajonadas por las casas y de pronto en las bocacalles a un descuido del vaquero se escapaban algunas y había que ir a buscarlas a la estación, o a la Merced, o al Templo.
Los ganados venían de los potreros de Guabas o Cananguá, por la carretera, o de la orilla de Cauca por Mediacanoa o de las montañas de Bellavista, derrumbado arriba, bordeando el río por el camino de Careperro. Pasaban por mi casa para no pasar por la calle de la Ermita, me imagino, y atravesaban toda la población de sur a norte hasta el matadero viejo que estaba en el lote del Divino Niño y la Satélite. Allí se acababa el pueblo y empezaban las tierras despobladas del ejido.
Buga 1985
Ecología urbana (1)
Don Pacho Martínez tenía una yegua y todas las mañanas salía al campo de espuelas y zamarros y sombrero de pieza. Por la tarde, al volver, le buscaba pastaje en las casas vecinas que todavía tenían los patios de adelante con jardines en tierra o solares con ciruelos y chirimoyos y biyuyos.
Don Pacho garantizaba que la yegua era muy bien educada, eso sí, y nosotros la vigilábamos desde el corredor para que no se fuera a comer las matas, pero después del empacho de argentina levantaba la cola y abonaba las eras de geranios como si tal cosa.
Mi abuela le daba las quejas a don Pacho y le decía que así si no le volviera a llevar ese animal, pero siempre volvía porque era más barata que contratar a Papunga para desyervar, y el palo no estaba pa´cucharas.
Don Pacho garantizaba que la yegua era muy bien educada, eso sí, y nosotros la vigilábamos desde el corredor para que no se fuera a comer las matas, pero después del empacho de argentina levantaba la cola y abonaba las eras de geranios como si tal cosa.
Mi abuela le daba las quejas a don Pacho y le decía que así si no le volviera a llevar ese animal, pero siempre volvía porque era más barata que contratar a Papunga para desyervar, y el palo no estaba pa´cucharas.
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Cra. 14. Frente al Parque Cabal. |
A veces por las tardes se oía tropel de bestias, mugían las vacas y se encaramaban unas encima de las otras, restallaban perreros y una polvareda subía desde el río camino de la plaza y más allá, hacia el ejido. Era prudente cerrar los portones y asomarse a las ventanas a ver pasar la partida sin peligro. Se apretujaban las reses encajonadas por las casas y de pronto en las bocacalles a un descuido del vaquero se escapaban algunas y había que ir a buscarlas a la estación, o a la Merced, o al Templo.
Los ganados venían de los potreros de Guabas o Cananguá, por la carretera, o de la orilla de Cauca por Mediacanoa o de las montañas de Bellavista, derrumbado arriba, bordeando el río por el camino de Careperro. Pasaban por mi casa para no pasar por la calle de la Ermita, me imagino, y atravesaban toda la población de sur a norte hasta el matadero viejo que estaba en el lote del Divino Niño y la Satélite. Allí se acababa el pueblo y empezaban las tierras despobladas del ejido.
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