Estampas en sepia
Diego Salcedo Salcedo
"Zumbambico"
Para el concurso " Recuerdos de mi Pueblo"
de la Junta Regional de Cultura
del Valle del Cauca
Buga 1985
Diego Salcedo Salcedo
Buga 1985
Los del papayo(2)
Papunga barría paredes y desyerbaba patios, y Te Pego Concha hacía mandados en una carretilla de mano desvencijada. Cuando los muchachos le gritaban el apodo, dejaba la carreta en mitad de la calle y salía a perseguirlos a las pedradas.
Florentino Abadía era pacífico, bonachón y se comprometía como sirviente "de adentro" unas veces en la casa del doctor José María y otras donde misiá Victoria. O estaba en una casa o estaba en la otra, porque se consideraba a sí mismo una especie de propiedad de ambas familias. Le preguntábamos:
- ¿Cómo es que te llamás, Floro?
- ¡ Florentino Abadía, Popayán Buga!
Tinto era el más conocido y lo quisimos mucho los bugueños durante los largos años que vivió: Visitaba su clientela, pidiendo cinco centavos, sin equivocar el día de la semana que había convenido con cada quien. Modelaba caballitos y vacas con barro y los secaba al sol, tallaba gallinazos de carbón de leña para los pesebres, hacía pistolas y escopeticas de palo, imitaba al doctor Alejandro y a muchos personajes de la tertulia del parque.
Así se ganaba la vida, haciendo sonreír a la gente y sin causarle mal a nadie. Cuando alguien lo molestaba abusando de él, soltaba la única palabra que le oímos pronunciar:
- ¡ Taajo!
Y siempre encontraba quien lo defendiera.
Florentino Abadía era pacífico, bonachón y se comprometía como sirviente "de adentro" unas veces en la casa del doctor José María y otras donde misiá Victoria. O estaba en una casa o estaba en la otra, porque se consideraba a sí mismo una especie de propiedad de ambas familias. Le preguntábamos:
- ¿Cómo es que te llamás, Floro?
- ¡ Florentino Abadía, Popayán Buga!
Tinto era el más conocido y lo quisimos mucho los bugueños durante los largos años que vivió: Visitaba su clientela, pidiendo cinco centavos, sin equivocar el día de la semana que había convenido con cada quien. Modelaba caballitos y vacas con barro y los secaba al sol, tallaba gallinazos de carbón de leña para los pesebres, hacía pistolas y escopeticas de palo, imitaba al doctor Alejandro y a muchos personajes de la tertulia del parque.
Así se ganaba la vida, haciendo sonreír a la gente y sin causarle mal a nadie. Cuando alguien lo molestaba abusando de él, soltaba la única palabra que le oímos pronunciar:
- ¡ Taajo!
Y siempre encontraba quien lo defendiera.
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